“No tuve opción, me tocó ser la madre de mi madre”

 

Hace un tiempo he visto en consulta una problemática que me resulta muy interesante vinculada al sobre funcionamiento, y está relacionado a madres que desean ser “maternadas” por sus hijas, y no me refiero a necesidades normales de vincularse o a carencias de afecto no recibidas de otras personas como esposos o los propios padres que terminan siendo proyectadas en las hijas; me refiero a una necesidad de ser cuidadas como si no fuesen adultas funcionales. La carga emocional para una hija que debe ocuparse de mantener estable a la madre, la responsabilidad de poner en primer lugar las necesidades de otro adulto por encima de las propias, incluso, cuando aún se encuentran en etapas de la niñez y/o adolescencia, me resulta en extremo alarmante.

Imagina como se sentiría que, lidiando con los temas propios de la adolescencia, la autoestima fluctuante, los cambios corporales, hormonales, los retos de los estudios, las relaciones con los pares etc., te toque también cuidar y ser responsable por alguien que te dobla la edad, y no es capaz de cuidar de sí misma. Realmente es bien delicado los estragos en la salud mental que se desarrollan ante estas situaciones: hijas que luego no saben poner límites con las parejas, con los amigos, con los compañeros de trabajo, simplemente gastan toda su energía en cuidar del otro, enfocándose en que todos estén bien dejando a un lado sus propias necesidades, desgastándose en probar una y otra vez su valía, sin tener la certeza de si están actuando bien, el sobre-pensar todo se vuelve la rutina, las relaciones codependientes afloran y la ansiedad se vuelve la compañera que no falta.

Cuando analizamos estos casos, encontramos madres con historias familiares dolorosas, que a su vez fueron niñas carentes de aceptación incondicional, con experiencias de renuncias a proyectos que no se alineaban con las expectativas de sus seres queridos, y en el presente, terminan exigiendo lo mismo a sus hijas. En resumen, procesos de diferenciación inadecuados que se transmiten a las próximas generaciones como una herencia dolorosa no solicitada.

La psicoeducación se vuelve necesaria en estos casos, y a veces, procesos terapéuticos prolongados para desmontar creencias relacionadas con las expectativas filiales. Comprender que los hijos llegan al mundo como una página en blanco, saber que puedes influir en una etapa importante y crear valores, es una responsabilidad muy grande, pero lo es más, comprender que pasado un tiempo los hijos comenzaran a trazase planes, metas y proyectos que puede que no estén alineados con las expectativas de generaciones pasadas, hacer las paces con este fenómeno y aun así, dar el apoyo para que alcancen el máximo potencial sin transmitir la insatisfacción por no haber sido complacidos, es una meta para muchos papás.

Querida mamá, si te encuentras en una situación similar, no dudes en buscar ayuda, la relación con tus hijos tiene prioridad, más allá de empeñarse en forzar en que cumplan tus propias expectativas, esas, aún estás a tiempo de lograrlas por tu cuenta, tú puedes realizarte, puedes ser feliz y compartir tu felicidad con los demás, sin exigir que ellos sean responsables de la tuya.

Vale la pena pasar por el proceso.

Si necesitas ayuda, acá estoy.

 

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