
Las emociones juegan un papel fundamental en nuestras vidas. Cumplen una función adaptativa que nos permite ajustarnos al entorno y aprender de nuestras experiencias. Esta capacidad no solo es importante a nivel individual, sino también dentro de nuestras relaciones interpersonales, especialmente en la vida de pareja.
Sin embargo, muchas personas tienden a reprimir sus emociones. Esto puede deberse al miedo, a la inseguridad o simplemente a la incomodidad que genera expresarlas. Esta tendencia, lejos de ser inocua, tiene un impacto profundo en la dinámica relacional. La falta de expresión emocional puede generar desconexión, malentendidos y un progresivo distanciamiento entre los miembros de la pareja.
Uno de los aspectos más recurrentes en este contexto es la relación entre la represión emocional y el género, particularmente en los hombres. Desde una edad temprana, a muchos varones se les enseña a contener sus emociones, a no mostrar vulnerabilidad y a demostrar fortaleza constantemente. Esta idea de masculinidad, profundamente arraigada en muchas culturas, asocia la expresión emocional con la debilidad o con características consideradas “femeninas”. Frases como “los hombres no lloran” siguen siendo comunes y refuerzan el estigma que lleva a muchos a ocultar lo que sienten.
Este fenómeno no solo tiene un origen cultural, sino también psicológico. Al ser educados bajo un modelo de masculinidad que exalta la fuerza, la independencia y el autocontrol, muchos hombres aprenden a evitar la expresión de emociones como la tristeza, el miedo o la inseguridad. Esta necesidad de resolver todo por cuenta propia —como si no estuvieran en una relación compartida— lleva, por ejemplo, a ocultar problemas económicos, laborales o emocionales. Cuando la pareja descubre estas omisiones, la confianza se resiente. Surgen preguntas inevitables: si me ocultó esto, ¿qué más podría estar escondiendo?
La creencia de que “debo resolverlo todo solo y, cuando esté solucionado, veré si lo cuento” es una idea frecuente en las parejas que asisten a terapia buscando construir vínculos más saludables. Sin embargo, este patrón no fortalece la relación; por el contrario, erosiona la conexión emocional.
Estar en una relación implica compartir decisiones, especialmente aquellas que impactan a ambos. No se trata de renunciar por completo a la privacidad, sino de reconocer que las decisiones importantes deben ser dialogadas. Incluir a la pareja en este proceso es una muestra de respeto y compromiso. Las acciones de una persona no solo la afectan a ella, sino también a su cónyuge, hijos y entorno familiar. Si no se construye una relación basada en la colaboración, la dinámica familiar inevitablemente se verá afectada.
Este tipo de comportamiento está estrechamente vinculado con el modelo hegemónico de masculinidad, que concibe al hombre como el que debe estar en control de todo: sus emociones, su entorno y sus relaciones. Según estudios como los de Kaufman (1994) y Kimmel (1994), esta exigencia constante de autocontrol contribuye a la alienación emocional de los hombres, quienes sienten que deben reprimir sus emociones para ajustarse a las expectativas sociales.
En el ámbito de la pareja, la represión emocional puede tener consecuencias serias, tanto a nivel relacional como físico y mental. Rodríguez et al. (2020) señalan que las emociones no expresadas tienden a acumularse, generando una carga emocional negativa que puede manifestarse de forma inadecuada. El enojo, la ira y en algunos casos incluso la violencia, son expresiones de esa energía reprimida que no encuentra una vía saludable de liberación.
Cuando uno de los miembros de la pareja no comparte sus sentimientos, el otro puede sentirse rechazado o poco valorado. La falta de comunicación emocional impide que se establezca una conexión auténtica, lo que puede derivar en frustración, malestar y, con el tiempo, en el desgaste de la relación. Esto se evidencia en situaciones donde uno de los dos busca apoyo emocional y el otro responde con soluciones inmediatas en lugar de ofrecer compañía y escucha. Aunque la intención pueda ser positiva, muchas veces esta actitud resulta invalidante. La persona no se siente comprendida, sino ignorada o minimizada. En ocasiones, lo único que se necesita es presencia: alguien que escuche, que no intente cambiar lo que sentimos, sino que simplemente esté ahí.
Vivimos en una cultura que, en muchas ocasiones, nos enseña a evitar el malestar a toda costa. Como si sentir fuera algo incorrecto. Pero las emociones, tanto las agradables como las incómodas, son naturales y forman parte de nuestra humanidad. No hay nada de malo en sentir tristeza, miedo o frustración. Son señales internas que cumplen funciones adaptativas esenciales y que merecen ser reconocidas y gestionadas con empatía.
Por eso, en lugar de evitar o reprimir lo que sentimos, es necesario crear espacios seguros donde ambos miembros de la pareja puedan expresar sus emociones sin temor al juicio o al rechazo. Acompañar a nuestra pareja en momentos difíciles, respetar sus emociones y darle el tiempo necesario para procesarlas fortalece la relación. La vulnerabilidad compartida puede ser un puente que une, un fundamento sólido para construir una relación basada en la confianza, el respeto y el apoyo mutuo.
Referencias Bibliográficas
Eafit, U. (s. f.). Por qué los hombres expresan menos sus emociones y la importancia de hacerlo. www.eafit.edu.co.
Rodríguez, J. A. P., Linares, V. R., González, A. E. M., & Guadalupe, L. A. O. (2009). EMOCIONES NEGATIVAS y SU IMPACTO EN LA SALUD MENTAL y FÍSICA. Redalyc.org. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=134213131007
Rodríguez, J. C. R., Pérez, P. o. G., Del Pilar Gómez González, M., Rodríguez, M. V. S., Izquierdo, G. M., & Silva, J. M. C. (2020). Hombres, masculinidades, emociones. Página Seis. Disponible en: https://www.cucea.udg.mx/include/publicaciones/coorinv/pdf/Hombresmasculinidadesemocionesebook.pdf
Siep. (2019, 31 octubre). Masculinidad y emociones. Una aproximación a su construcción social (2016) Juan Carlos Ramírez Rodríguez. SIEP. https://ecumenico.org/masculinidad-y-emociones-una-aproximacion-a-su-construccion-social-2016-juan-carlos-ramirez-rodriguez